Cebollina
Hubiera sido la mejor fiesta de disfraces de mi vida. Me pinté el pelo, me puse extensiones y vacié un bote de laca extra fuerte sobre cada mechón, después de sujetarlo con alambres. Durante días aclaré mi piel con yogurt y el de la fiesta me maquillé en el blanco de las geishas. Nada más verme me invitaste a bailar, no me dio tiempo ni de sacarme la casaca roja, y me alegró (es tan bonita... ). Dimos muchas vueltas. Tu mano en mi cintura, mi mano en tu hombro. Tantas vueltas que yo ya no sabía dónde estábamos. Hubiese sido la mejor fiesta de disfraces de mi vida. Y tal vez lo fue. Cuando me quise dar cuenta me habías cortado en trozos y aliñado con vinagre de Módena y una reducción de Pedro Ximénez. Sentí el chorro de picual y el roce de una hoja turgente de lechuga. Una de esas lechugas que parecen un ramo de novia, de corazón verde y bordes berenjena. Lo último que recuerdo fue que viajábamos las dos hacia el túnel de tu boca, pinchadas en un tenedor de plata.
Ilustración: Clara Varela para "Escríbeme una ilustración"
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